YOGA TIBETANO Y DOCTRINAS SECRETAS: *LA SABIDURÍA DEL MAHAYÁNA. * LAS RELACIONES DEL BUDISMO NORTEÑO Y SUREÑO. *LA IMPERMANENCIA. *EL COSMOS COMO PENSAMIENTO. *LIBERACIÓN. *LA REALIDAD. *LOS ILUSTRES MAESTRO DEL MAYAHÁNA.
6. LA SABIDURÍA DEL
MAHAYÁNA.
De
esta breve exposición
sobre algunas de las más esenciales doctrinas del budismo comunes
tanto a las
Escuelas Norteñas como Sueña, pasaremos ahora a la filosófica
presentación de éstas y otras doctrinas correlativas del Mahayána
como las exponen nuestros propios textos, a fin de guiar al lector
hacia una correcta interpretación de aquellas.
A) LAS RELACIONES DEL
BUDISMO NORTEÑO Y SUREÑO.
Sin
embargo, no es menester que nos preocupemos demasiado con el vasto y
todavía no resuelto problema de si es verdad o no que el budismo
mahayánico es una rama filosófica de budismo más primitivo, como
sostienen los budistas sureños, o realmente es, como lo dan por
sentado esclarecidos expositores, fiel representante de un budismo
superior y, en algunos aspectos, esotéricos, que Buda no pudo
enseñar hasta después que Sus discípulos dominaron las doctrinas
exotéricas más simples, de las cuales el canon Páli es un fiel
registro. Según la opinión
de estos expositores, el budismo
norteño es meramente complementario del budismo sureño, casi de
igual manera como los Upánishads
complementan a los Vedas.
Cualquiera
que sea la verdad en este controvertido asunto – y esto queda para
que lo determinen los eruditos del futuro – lo cierto es que
el Mahayána
brindó al budismo, como un todo, el sistema, junto con la
continuidad lógica y filosófica, tal cual Platón hizo con la
filosofía de Sócrates.
Además, el budismo del
canon Páli, al divorciarse del Mahayána, contiene muy oscuros
pasajes y doctrinas que requieren gran aclaración, tal como era de
esperar que un Gran Maestro razonablemente ofreciera como apropiado
complemento de Sus enseñanzas antes de permitir a sus discípulos
lanzarse al Mundo.
En
la medida que todos nuestros textos se basan el la tradición
religiosa del budismo norteño, allí debemos buscar la
interpretación de sus más difíciles doctrinas. Al obrar así, no
debemos olvidar que la Escuelo Norteña, o Mahayána, acepta el canon
Páli de la Escuela Sureña
como integramente
ortodoxo, aunque sostiene que, debido a que meramente siguiere y no
contiene las más avanzadas enseñanzas de Buda, es incompleto.
De manera similar, los más esclarecedores cristianos
gnósticos (que fueron declarados “herejes” por aquellos otros
cristianos que asentían a los pronunciamientos dogmáticos de los
Concilios Eclesiásticos) parecen haber aceptado los Libros que
actualmente forman el canon del Nuevo Testamento, aunque sostenido
que, además, son escrituras cristianas de carácter esotérico,
igualmente autenticas y de más importancia. Y aquí nuevamente
puede suscitarse la pregunta: ¿Quiénes son los “herejes”? Este
problema, también, al menos para muchos que se hallan fuera de la
grey cristiana, no está definido todavía, quedando mucho por decir
en favor de los reclamos gnóstico ante una cristiandad esotérica,
que los Concilios de la Iglesia Occidental repetidamente
rechazaron13.
Al igual que la Iglesia Gnóstica del Budismo, el Mahayána, de modo
parecido, puede ser o no “herético”,
de acuerdo a que uno pertenezca a la Escuela del Norte o a la del
Sur.
13.-
Cf. G. R. S. Mead, Fragment
of a Faith Forgotten, y
C. A. Baynes, A Coptic Gnostic Treayise, Cambridge, 1933.
B) LAS RELACIONES DEL BUDISMO NORTEÑO Y SUREÑO.
De
acuerdo a los más autorizados expositores y comentaristas de estas
doctrinas mahayánicas, o budistas norteños, tales como Ashvaghosha,
del siglo I de nuestra era, Nagárjuna del siglo II y III, Asanga y
Vasubhandu del V, hasta Hsúan-tsang del siglo VII, la Mente (o
Conciencia) es la única realidad. Aunque el sol sea uno sólo, sus
rayos son múltiples. De modo parecido, aunque la Mente sea una
sola, con todo. Se
manifiesta en la múltiples mentes. El Macrocosmos no es separable
del Microcosmos; ni el Uno ni los Muchos pueden tener existencia real
alguna, separados uno del otro. Al ser el aspecto individual,
o personal, el que la mente microcósmica asume con sus propios ojos,
el ego, o yo, o alma, resulta ilusorio; se trata de un ser no
iluminado ni espiritualmente despierto que percibe los fenómenos,
dependiente para su carácter personal ilusorio de su sentido de
separación y de la interminable corriente de impresiones sensuales
derivados de su contacto con las formas y con el universo externo.
De esa manera los fenómenos dan relativa existencia al ego en cuanto
al mundo, que el ego erróneamente percibe como algo fuera o aparte
de si mismo. En otras palabras, el ego y el mundo no tienen una
existencia absoluta ni verdadera, sino meramente relativa. Por lo
tanto, el ego, o alma, no es más real que el reflejo de la luna
visto en el agua; es una compuesta sombra fenoménica lanzada por la
Realidad, más la mente microcósmica no iluminada
la percibe como algo permanente y auto-existente.
La
mente pensante, en su no iluminado estado, al desarrollarse en medio
de densas nieblas de
apariencias, es incapaz
de penetrar en la ilusión del Sangsára y de ver, más allá de esas
nieblas, el claro resplandor del sol de la Realidad. Confunde
efectos con causas,
fenómenos con pensamientos. De modo que este espejismo de
representaciones, aparentemente sustanciales y reales, carece de
existencia en sí y por sí. Esta
Doctrina de la Ilusión (sánscrito: Máya)
es la que juega tan importante papel en toda la Filosofía Mahayána,
y en todas los textos contenidos en este volumen.
Aplicada
a la física, la Doctrina del Máya
implica que la materia, aunque sustancialmente
ilusoria,
es, como ya lo sospecha nuestra propia ciencia, inexistente salvo
como fenómenos, como manifestación de esa energía primordial que
constituye el electrón, cuya fuente última es la Mente. De manera
que la materia es una evolución del pensamiento; y sus componentes
atómicos y su estructura electrónica carecen de existencia real por
sí mismos al igual que los demás fenómenos, ya que la materia,
como todas las apariencias, es
ilusoria. El Sangsára, o universo externo, es un compuesto
psicofísico de la mente; la materia como la vemos, es energía
mental cristalizada y, consiguientemente, producto del pensamiento14.
14.-
Resulta evidente , por lo expuesto por sir James Jeans en The
New Back-ground of Science
(Cambridge, 1933), que la ciencia occidental alcanzó en la
actualidad, al menos en un grado de tentativa, sustancialmente el
mismo punto de vista concerniente a la realidad que los sabios
mahayánicos, e incluso algunos más antiguos de la India, lograron
hace
muchos siglos. Con respecto
al cuadro último de la física, el autor demuestra en primer lugar
que “no hemos apreciado la contribución de la mente a la materia
tanto como la completa desaparición de ésta, al menos del género
fuera del cual los más antiguos físicos construyeron el universo
objetivo”. Luego, al hablar de la ciencia de hoy en día, añade:
“hasta el punto más distante que alcanzó hasta ahora, mucho, y
posiblemente todo, lo que no fue mental desapareció, y nada se
produjo que no haya sido mental”. Y dice en este contexto:
“Nuestra última impresión de la naturaleza, antes de que
empecemos, a quitarnos nuestros humanos anteojos, consistió en un
océano de mecanicismo que nos rodea por todos lados. En la medida
en que gradualmente dejamos de lado nuestros anteojos, vemos
conceptos mecánicos que, continuamente,
dan lugar a conceptos mentales. Si no los podemos descartar
enteramente de la naturaleza de las cosas, podemos conjeturar que el
efecto de actuar de esa manera sería la total desaparición de la
materia y del mecanismo, con el dominio supremo y único de la
mente”. Es el maestro del yoga el que triunfó descartando por
completo los humanos anteojos, y, permaneciendo aparte de ellos, en
la unicidad yóguica, hace tiempo que hizo realidad
a la “mente de domina, suprema y única”.
C) LA IMPERMANENCIA.
Esto
se halla más ilustrado por la doctrina budista de la impermanencia
de las cosas. Un fenómeno surge instantáneamente y da lugar a otro,
como un pensamiento genera otro. Así como no podemos discernir
sobre el instante junto en que la crema se convierte en manteca, de
igual
modo fracasamos en comprender el constante fluir de todos los
objetos componentes. Los más densos aspectos de la materia, al
igual que los más sutiles gases invisibles, nunca son los mismos
entre un segundo y el siguiente; pues la fuerza vital se desplaza por
todo de parecida forma en su pulsación psico-física, siempre
fluyente, modificándose siempre estructuralmente, incluso en el
cuerpo del hombre. De manera similar, el ego, o alma, es igualmente
efímero, dependiendo para su existencia relativa de una interminable
serie de impresiones sensoriales, que de repente surgen y
desaparecen, de un mero fluir de transformacionales perpetuas.
D) EL COSMOS COMO
PENSAMIENTO.
Las
olas causadas por el viento
del pensamiento de las mentes microcósmicas en esta corriente
siempre fluida de sensaciones son los pensamiento individualizados
que se presentan como objetos, como materializaciones de las
visualizaciones. En otras palabras, en el sentido platónico, el
Conocimiento, como los Ideales de la Mente Supramundana, se pone de
manifiesto en el universo fenoménico. Se trata del Conocimiento que
es real, no su reflejo en la naturaleza. Las formas mentales
materializadas se apegan una a otra, como gotas de agua en un océano,
y en su totalidad constituyen la naturaleza externa. Aunque en forma
de apariencia, como fenómenos, la esencia real de todas las cosas
es el pensamiento, como
noúmeno, como Mente.
De esa manera la Mente es el Cosmos. Para el Iluminado, esta
aparente dualidad no existe,
dado que ni el Sangsára ni el Nirvána son dos cosas aparte del
individualismo, sino meramente
los dos aspectos del Ser Único, que es Omnisciencia, Omnisapiencia.
De ahí que, como lo enseñan nuestros textos, el Sangsára y el
Nirvána sean, en este sentido oculto, mencionados como inseparables.
La dualidad está presente en las apariencias mas no en la esencia.
O, como lo enseña Asanga en su Lamkara
Sútra; “En el sendero
trascendente no hay distinción entre el Sangsára y el Nirvána15”.
15.-
Cf. R. Grousset, In the
Footsteps of the Buddha,
Londres 1932.
E) LIBERACIÓN.
Comprender,
por medio del yoga, la naturaleza esencial de todo cuanto tiene
existencia relativa y real, constituye la liberación de la
Ignorancia; eso es Estado Búdico. Todos los conceptos duales, todo
sentido de separación de una forma microcósmica de otra, o de los
Muchos del Uno, deben ser trascendidos; la personalidad debe
impersonalizarse; todas la limitaciones condicionadas
que constituyen el yo, alma
y ego, todo sentido de Yo, de “mi mismo”, debe ser dejado atrás.
Luego, en lo que nuestros textos llaman el Verdadero Estado, en el
Plano de las
Ideal, la mente estática
yóguicamente
clara
percibe detrás de las nieblas del Máya,
detrás del espejismo de la vida, detrás del Velo de Isis, la Fuente
de los Fenómenos, la Totalidad del Conocimiento, que es el
Dharmakáya,
o “Divino Cuerpo de la Verdad”, la indescriptible naturaleza
de los Budas.
Así
como el sol madura el maíz y los frutos de la tierra, de igual modo
los Iluminados, al emitir sobre el Sangsára las radiaciones de su
Amor y Compasión que todo lo abarcan, provocan el crecimiento y la
madurez
de la esencia Bódhica
que se halla implicada en todas las cosas vivientes. Una doctrina
paralela a ésta parece haberse transmitido con los Misterios de la
Antigüedad, en Egipto y Grecia, mediante el simbolismo de la madura
espiga dedicada
por el iniciado a la Madre Divina, Isis, o Deméter.
F) LA REALIDAD.
De manera que en el
estado de quietud, inducido por el yoga tanto como el expuesto
en El Epítome del gran Símbolo o Las Seis Doctrinas, el sabio
alcanza al Correcto conocimiento. Lo logra en su aspecto
primordialmente inmodificado, vale decir, percibe la realidad en su
verdadera esencia, como Absoluto Indiferenciado, que se llama Vacío,
porque se separa de todas las modificaciones, de toda forma, como lo
Increado, lo No Nacido. En ese estado estático el sabio abarca la
raíz natural del las cosas, percibe los fenómenos desde el punto de
vista de los pensamientos; y para él, allí, en el Verdadero Estado
no existen el ego ni el no-ego, el Sangsára ni el Nirvána, sino
solamente la Divina Unidad. Aquel alcanzó las cimas más allá de
las apariencias, desde donde capta el engaño de la creencia
sangsárica de que el ego y el universo externo, o el sujeto y el
objeto, existen aparte uno del otro, o de la Mente Única.
El Nirvána es, por lo
tanto, la liberación de la mente de las ilusiones sangsáricas
producidas del estado humano, la llegada al Correcto Conocimiento, la
trascendencia de la personalidad, o del ego, y la conquista de la
Vida y del Mundo. Por ello, verdaderamente, al Iluminado se le llama
Conquistador. En las extáticas palabras de Asanga: “Desde
entonces su única dicha es procurar Iluminación para todas las
cosas vivientes16”.
16.- Cf. R. Grousset, op cit.
G) LOS ILUSTRES MAESTRO DEL
MAYAHÁNA.
Esta breve sinopsis
introductoria de la filosofía idealista del Mahayána, el “Gran
Sendero”, como lo descubriremos en nuestros propios textos, halla
más cabal expresión en el notable tratado titulado “El
Despertar de la Fe17”, de Ashvaghosha, siglo
I de nuestra era, y después, durante los siglos II y III, en los
escritos de Nagárjuna, a quien se atribuye la primera exotérica
exposición sistemática de la Doctrina del Vacío (sánscrito
Shunyáta). Siguiendo a Ashvaghosha y Nagárjuna, hay una
larga serie de ilustres maestros, como Asanga, autor del Lamkara
Sútra, y su hermano Vasubandhu, que desarrollaron en el siglo V,
y legaron al Mahayána un organizado sistema metafísico. A la edad
de 106 años, Silabhadra, a la sazón en más venerado maestro de
filosofía de Nálanda, famosa universidad budista de la India,
transmitió la sabiduría Mahayána a su principal discípulo, el
esclarecido chino Hsüan-tsang. Luego que Hsüan-tsang recorriera
gran parte del norte de la India, en peregrinación, siguiendo las
huellas de Buda, llegó a Nálanda, en el año 637, y le fue
tributada una esplendorosa bienvenida por parte de Silabhadra, cuya
previsión yógica había revelado ya el importante papel que
le estaba destinado a Hsüan-tsang en la propagación del budismo.
Iluminado mentalmente y en posesión de una colección de seiscientas
Escrituras Mahayánicas en sánscrito, Hsüan-tsang regresó, por
tierra siguiendo la difícil ruta hacia China para proclamar la buena
nueva del Santo Dharma. Y allí, en su tierra natal,
respetado y honrado por el Emperador y el pueblo, pasó muchos
felices años de su larga y piadosa vida traduciendo al chino los
manuscritos sánscritos, y enseñando la Doctrina del Iluminado. La
Luz que Hsüan-tsang ayudó a surgir en todo el Imperio Chino no
tardó en esparcirse por Corea y Japón, y de la China y la India,
penetro en el Tíbet, y de allí a Mongolia.
Otro de los grandes gurús
en la sucesión de Nálanda, después de Silabhadra, fue Santideva,
muy célebre en el mundo budista del siglo VII. Su obra más
importante en favor de la Fe consistió en codificar, en dos
tratados, el Siksha-Samaccaya y el Bodhicaryavatara,
los deberes y funciones de un Bodhisattva encarnado que, de acuerdo
con su opción, tanto podía ser monje como lego. La sucesión de
grandes maestros de la Escuela Mahayána continuó floreciendo
ininterrumpidamente en el Tíbet, Mongolia y Japón, y en algunas de
las órdenes monásticas de la China, y hoy en día la sucesión aun
prosigue18.
17.- Ver El libro Tibetano de
los Muerto.
18.- El estudioso que dese
abordar más detalladamente este tópico ha de remitirse a Nalinaksha
Dutt, Aspects of Mahayána Buddhism and Its Relation to Hinayána,
Londres 1930; y a R. Grousset, In the Footsteps of the Buddha,
Londres, 1932. De cada una de estas obras el editor ha extraido una
muy importante orientación.
Dr.Walter Yeeling Evans-Wentz, editor.
Kazi Dawa Samdup, traductor.
Los méritos son ofrecidos a todos los seres para que alcancen la Iluminación en esta vida.
Qué todos los seres sean felices.
Qué se liberen del sufrimiento.
Qué no se separen nunca de la felicidad.
Qué permanezcan en la gran ecuanimidad.
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