YOGA TIBETANO Y DOCTRINAS SECRETAS: * YOGA Y RELIGIONES. * YOGA BUDISTA. * PSICOLOGÍA DE LAS VISUALIZACIONES YÓGUICAS.
VIII. YOGA Y RELIGIONES.
Considerado de ese modo,
como psicología religiosa aplicada, el yoga es la raíz principal
del hinduismo, budismo, jainismo y taoísmo. De forma parecida, tal
vez e menos proporción, nutrió el crecimiento de la fe de los
persas; y constituyó una importante influencia modeladora en el
desarrollo de las tres creencias semíticas; judaísmo, cristianismo
e islamismo. En su forma menos sistematizada, y probablemente
degenerada, el yoga desempeña su papel incluso en algunos de los
cultos mágicos y animístivos de las denominadas razas primitivas24.
Entre los pueblos de cultura superior, las invocaciones, exorcismo,
misas pro muertos o vivos, oraciones, cantos mántricos, meditaciones
religiosas, rezos de rosarios, métodos para lograr disciplina, o
percepción espiritual, y toda forma ritual enderezada a capacitar al
hombre para alcanzar la comunión mística con poderes superiores a
los humanos, o liberación de la existencia terrena, son, en
distintos grados, más o menos de la naturaleza del yoga.
Según lo establecido
hasta el presente, la percepción del candidato para la iniciación
en los Misterios de la Antigüedad era, en gran medida yóguico.
De modo parecido, en las sociedades secretas de raza no civilizada
de la actualidad, ayuno, abstinencia sexual, meditación, penitencia,
purificación y otra clase de prácticas para lograr disciplina
espiritual son necesarios para el neófito a quien mediante solemnes
ritos de iniciación, se le transmiten las doctrinas secretas d la
tribu.
La historia monásticas
de oriente y occidente resulta casi inseparable de la del yoga.
Cuando los primitivos cristianos, tanto gnósticos como no
gnósticos, moraron en las soledades del desierto y la montaña, en
Egipto y el Oriente, como ermitaños, o en comunidades, sujetos a los
tres votos, de pobreza, de castidad y obediencia, injertaron en el
árbol de la fe cristiana una forma del yoga que parece haber tenido
sus orígenes tanto en el monasterio de los antiguos sacerdotes
egipcios como en el de los primeros zoroastrismos e hindúes. En la
actualidad, estas prácticas yóguicas que tuvieron, al menos
hasta cierto punto, este origen pre-cristiano, son de primordial
importancia más en las iglesias latina, griega, copta, armenia y
abisinia que en la anglicana o protestante. En todas las monásticas
de la cristiandad, pero más en especial en la Orden Jesuita, las
normas que regulan la preparación espiritual de lo monjes se basan
en l yoga. Descubrimos también en las cofradías delos sufíes y
derviches del mundo del mundo musulmán igual insistencia en la
disciplina yoga del cuerpo, la mente y el espíritu.
Resulta prácticamente
interesante a este respecto observar que el sufismo, aunque islámico
en su contexto religioso, reconoce cuatro etapas en el desarrollo
psíquico del discípulo, muy similares a las reconocidas por los más
antiguos sistemas hindúes y budístico. Esta cuatro etapas en el
sendero del sufismo son: 1) Hast (Humanidad), en la que “los dogmas
de Islam y sus leyes deben observarse fielmente” por parte del
neófito; 2) Taregut (Obtención de Potencialidad), en la que “el
discípulo puede dejar de lado todas las observaciones religiosas
(exotéricas) y pensar únicamente en los deleites de la
contemplación”; 3) Araff, “condición del conocimiento afín a
la inspiración”, o percepción yóguica, en la que se
desarrollan los poderes ocultos; y 4) Hagegut (Verdad), en la que se
alcanza la santidad como la del Arhant. “Deben desecharse todos
los deseos, ambiciones e ideas mundanas, pues ahora el hombre se ha
convertido en santo. Han sido eliminados los cuatro velos y está
libre para entrar en comunión con Dios, el Divino Sol, de quien él
no es sino una chispa. La etapa final se completa por lo general, en
el aislamiento, lejos de las moradas del hombre. En el desierto o en
la selva o lejos, en las cimas de las grades montañas, el devoto
encuentra la paz para entregarse a la contemplación sin externas
interferencias25.
En todos los yogas,
como en los expuestos aquí en los Libros II y III, existen
correspondientes peldaños en el Sendero. El primero consiste en la
comprensión intelectual de las enseñanzas contenidas en las
escrituras exotéricas. El segundo depende de la comprensión
espiritual de las enseñanzas; o en otras palabras, de conseguir la
percepción yoga de su significado esotérico. El tercero
consiste en vislumbrar la realidad; y el cuarto, en la total
captación. Dicho de otra manera, se trata de a siembra de la
simiente, de su germinación, del crecimiento y e la fructificación.
Asimismo existe el fundamento, el sendero (o método) y el fruto; o
la luz, la ignición, y el logro; tal como se expone en el Libro III,
Capítulo IV.
En el simbolismo oculto
de los poetas persas de la escuela de Omar Khayyám, al igual que en
el amor místico enseñado en los conventos, el yoga se
presenta en un aspecto más especializado como Bhakti Yoga.
Lo mismo ocurre en el esoterismo del culto de Isis y del niño Horus,
ahora metamorfoseando con el culto de la Virgen y el niño Jesús.
Sería menester continuar examinando el origen y crecimiento de otros
diversos yogas en el mundo occidental.
Volviendo al pasado,
descubrimos que incluso entre los druidas de Irlanda Y Bretaña, el
monasticísmo, con su acople de prácticas yóguicas, parece haberse
establecido mucho antes de la época de San Patricio y Santa Colomba.
Probablemente jamás podremos decidir con certeza histórica si fue
de origen autóctono, si los primitivos fenicios pasaron del Lejano
al Cercano Oriente para influenciar estas islas más allá de los
Pilares de Hércules, o si mediaron influencias atlánticas como lo
parecen sugerir los antiguos celtas referidos al Otro Mundo
Occidental.
Cualquiera haya sido el
origen del druismo, somos, sin embargo, los directos herederos de su
cultura más o menos yoga, transmitida a nosotros a través de
nuestro prehistóricos ancestros celtas. De manera similar, también
estamos en deuda con los sacerdotes de Odín y Mitra; y, más
remotamente, con los héroes de la desconocida cultura del hombre de
Aurignac y Magdalena, que dejaron sugestivos rasgos de su religión
mágica pintados en la cuevas de España y Sud de Francia26.
Más perceptiblemente somo herederos del legado yóguico de los
egipcios, griegos y romanos, transmitido a través de las fraternas
ordenes de estoicos, pitagóricos y neoplatónicos. Muchas cosas
relevantes de nuestro arte, literatura, filosofía, religión, e
incluso ciencia, dan testimonio de esto.
En este breve panorama
histórico, el objeto consistió en sugerir que el yoga,
cuando se comprende correctamente, no es, como muchos de occidente lo
dan por sentado, algo exotérico, no es necesariamente, ni siempre,
mágico. En sus formas menos evolucionadas, o decadentes, el yoga
puede considerarse como una religión mágica; en sus formas
altamente desarrolladas parece haber evolucionado hacia una ciencia
religiosa, casi del mismo modo como, ante la vista de los científicos
occidentales, la química derivó de la alquimia.
24.- Cf. R. R. Marett, Faith,
Hope, and Charity in Primitive Religion, Oxford, 1932; Sacraments
of Simple Folk, Orford 1933, passim.
25:- Cf- Sidar Ikbal Ali Shah,
Islamic Sufism, Londres, 1933.
26.- Cf. R. ER. Marett, The
Threshold of Religion, Londres, 19009; W. J. Sollas, Ancient
Hunters, Londres, 1924.
IX. YOGA BUDISTA.
Aunque, como hemos
dicho, el budismo es fundamentalmente yoga, es preciso
distinguir los sistemas budista e hindú, y otros, del yoga.
Al ocultista, sin embargo, la diferencia estriba principalmente en
los términos y en la teoría, más que en la esencia.
De esa manera, para el
hindú, el yoga implica, como ya se lo expuso con lo
macrocósmico, del aspecto individualizado de la conciencia (o mente)
con el aspecto cósmico o universal, comúnmente personificado como
el Espíritu Supremo, o Ishavra. De modo similar, en las prácticas
cristianas y musulmanas yóguicas, el yoga implica la
unión con Dios. De modo correlativo, en las prácticas budistas
yóguicas el objetivo consiste, en el poético lenguaje de La
Luz de Asia, en fundir la gota de rocío del aspecto
individualizado de la mente en el Brillante Mar de la Mente Única.
O, dicho de otra forma, el objetivo consiste en trascender todas las
cosas del Sangsára (o universo de existencia fenoménico) y lograr
la conciencia supramundana, acompañado con la realización del
Nirvana.
Para los grandes Rishis,
que han iluminado la oscuridad de la mente sangsárica con la luz de
los Upánishads, o para Patanjali, no menos que para todos los
budistas de todas la Escuelas, el propósito esencial del yoga
es vencer la Ignorancia juntandose, o estableciendo unión, con el
Conocimiento. Es en este sentido que la Liberación de la Ignorancia
es tanto una doctrina del Vedánta como lo es del budismo. Y según
nuestro parecer, es lo mismo que uno llame a esta Liberación Mukti o
Nirvana. En verdad, la doctrina raíz de todas las principales
creencias de nuestra humanidad corriente consiste, en que en el
hombre, la Luz brilla en la Oscuridad, y en que la Luz, en virtud de
métodos que llamados yogas, arrolla eventualmente a la
Oscuridad, de modo que nada queda salvo la Luz.
Si consideramos ahora que las
diferencias existentes entre el budismo norteño y sureño en la
aplicación práctica del yoga, descubrimos que se hallan
definidos muy agudamente. Los más destacados, como lo señalarán
algunas de nuestras notas, son los resultados directos de las
diferencias correspondientes que distinguen a las dos Escuelas. Una
de las principales depende de la doctrina del Vacío, que en su
compleja forma mahayánica no cuenta con el favor de la Escuela
Sureña. La doctrina misma se halla, sin embargo, como lo indican
los mahayanistas, prefigurada en el canon Páli, como lo
señala el Cula-Suññata y el Mhá-Suññata Suttas del
Majjhima-Nikáya, donde se expone el método theravádin de
meditación sobre el Vacío. El paralelo método mahayabista se
halla desarrollado en nuestros textos del Libro VII. Otra
diferencia, probablemente de importancia igual, se debe a la
aceptación por parte de la Escuela Norteña y al rechazo de por
parte de la Escuela Sureña de gran parte de lo que se halla
clasificado como Yoga Tántrico; y es sobre este último que
más o menos dependen la mayoría de los yogas expuestos en el
Libro III, IV, V y VI de este volumen. Más tarde han surgido
nuevamente algunas diferencias menores acerca de las mayor
insistencia del Maháyana sobre la doctrina de que existen poderes
impersonales superhumanos, simbolizados por Tríkaya (o “Tres
Cuerpos Divinos”), que es la Trinidad esotérica de la Escuelas
Norteñas. Simbólicamente, Tríkaya constituye –si se
intenta describir lo indescriptible– el Único Cuerpo Triple de la
Escuela Bódhica, que sostiene todas las existencias y todas las
cosas sangsáricas y hace posible la Liberación del hombre. Es
sinónimo de la Talidad del Vedánta.
Del Tríkaya
parten y retornan a él, así como las gotas de lluvia salen del mar
y vuelven a él, todas las cosas que constituyen el Universo –materia
en sus diversos aspectos, como sólidos, líquidos, gases energía, y
la totalidad de la mente y conciencia sangsáricas. En el Tríkaya
existen, en una unidad incomprensible e impersonalizada, todos los
Budas de todos los tiempos. Para el peregrino del mundo que se
encuentra en la Senda Mahayánanica, de la Liberación, el Tríkaya
es el Refugio trascendente y la Meta.
Otro origen de diferencia
es la doctrina mahayánica, complementaria de la de Tríkaya,
relativa a los Bodhisattvas, o seres que lograron la Bódhica
percepción de la Realidad, algunos de los cuales están actualmente
encarnados sobre la tierra y otros, como el Buda Maitreya, que
vendrá, moran en los mundos celestiales. Aunque los Bodhisattvas
son desconocidos para el canon Páli, y su existencia en las
esferas celestes es concedida por el budista sureño, éste sostiene
que el mahayanista debería poner más énfasis en el Dharma y menos
en rezos y súplicas a los Bodhisattvas de los dominios superhumanos
en procura de guía espiritual.
El editor cree, sin
embargo, que la oposición de los theravadines de la Escuela Sureña
al Yoga Tántrico de los mahayanistas, al menos en algunos de
sus aspectos expuestos en este volumen, puede modificarse en algo
cuando, luego de un examen libre de prejuicios del sutil
transcendentalismo que en aquél subyace, lleguen a comprender que,
después de todo, lo que importa considerar no es tanto el tópico
de los métodos (siempre que éstos sean altruistas), ni la clase de
sendero recorrido por el discípulo (siempre que sea el de la
“dirección correcta”) , sino la meta que el discípulo empieza a
alcanzar.
Aquí nuevamente, sin la
intención de adherir a ninguna de estas diferencias que separan las
prácticas de las dos Escuelas, convendría traer a colación el
símil vedántico de los múltiples senderos que, en su totalidad,
conducen a la Meta Única; o la filosofía de la Divina Canción,
expresada por Krishna, personificación de la impersonal
Inteligencia Cósmica, en el sentido de que, aunque los hombres, de
acuerdo con sus distintos temperamentos adopte diferentes métodos o
senderos en el yoga, todos, del mismo modo, si se trata de
métodos o senderos correctos, conducen a la Liberación.
Volviendo ahora por un
instante a enfocar el tipo de yoga común a la Escuela Sureña,
no descubrimos en él directas invocaciones a protectores, ni
plegarias a gurús superhumanos, ni visualización alguna de deidades
tántricas como las que juegan tan importante papel en las prácticas
yogas mahayánicas. En el Ratana Sutta, del
Khud-daka-Nikáya y en otra parte del canon Páli, Buda se
halla, sin embargo, representado, como instruyendo para que el
método nacido de las buenas obras se consagre a los devas a fin de
ganar su protección; y en la Ceremonia Pirit, y en otras
ceremonias, del budismo sureño, los devas son invitados a aceptar el
mérito surgido de las observancias religiosas –los devas y otras
clases de seres invisibles están en el ritual del Rito Chöd,
registrado en nuestro Libro V. Además, las meditaciones,
visualizaciones y refugios de la Escuela Sureña son más simples que
los de la Escuela Norteña; y aunque sin hacer mucho hincapié, el
theravadín tiene en cuenta, al igual que nuestros textos, los
clásicos Jhánas budistas, o estados de éxtasis resultantes
de la práctica del yoga.
Las visualizaciones
principalmente emplean por los budistas sureños son de objetos
ordinarios (o no-complejos), y muy diferentes de las elaboradas
visualizaciones del Yoga Tántrico. Se reducen en muy grande
proporción a los objetos o temas más ortodoxos de la meditación
yóguica generalmente conocidos como los que tienen forma
(rúpa), los que carecen de ella (arúpa), que son
cuarenta en total.
Se clasifican de la
siguiente manera:
1) Los Diez Artificios, o
“Apoyos”, empleados para lograr la fijeza mental, o
concentraciones,
a saber: tierra, agua,
fuego, aire, azul, amarillo, rojo, blanco, espacio, y conciencia27.
2) Las Diez Impurezas del
Cadáver Humano; la décima es el esqueleto humano.
3) Las Diez Meditaciones:
sobre Buda, Dharma, Sangha, moralidad, generosidad, los devas,
el proceso respiratorio,
la muerte, el cuerpo viviente y la paz.
4) Los Cuatro Estados
Iluminados, o Virtudes: el amor universal, piedad, gozosa simpatía,
e inmovilidad.
5) Las Cuatro Esferas de lo
Amorfo.
6) La Meditación sobre
alimentación a fin de comprender la corruptibilidad repugnancia del
al
ser sostenido por el
alimento; y la Meditación sobre los cuatro elementos (tierra, agua,
fuego
y aire) que componen el
cuerpo físico, a fin de comprender su impersonalidad.
Como complemento de éstas
meditaciones sobre las funciones corporales, las sensaciones, los
pensamientos, la disolución de todas las cosas componentes, y
especialmente sobre las Tres Características de la Existencia, que
son: impermanencia, sufrimiento, y no-ego28.
Hay una cantidad de
importantes textos canónicos de la Escuela Sureña que
específicamente enfocan dichas meditaciones yogas. De esa
manera, en los muy populares Mahá-Satipatthána Sutta del
Dígha-Nikáya, están expuestas las Cuatro Meditaciones, sobre
el cuerpo, los sentimientos, los conceptos metales, y el Dharma (o
principios fundamentales del budismo), similares a los brindados en
nuestro Libro VII. En el Majjhima-Nikáya, el Mahá-Rahulováda
y el Anapanasati Suttas, se trata la contemplación y
ejercicios respiratorios yóguicos muy de los expuesto aquí
en el Libro II el Anañjasappaya Sutta enfoca la meditación
sobre la imposibilidad, los logros yóguicos y la
Emancipación; el Káyagatasati Sutta, sobre la meditación
acerca del cuerpo; el Upakkilesa Sutta, sobre la Correcta
Meditación y el Vitakkasanthana Sutta, sobre el modo de
meditar a fin de disipar los malos pensamientos mediante otros
buenos. Y en el Khuddaka Nikáya es uno de los temas del
Patisambhidá Magga. Nuestros textos, como se verá, aportan
paralelos a la mayoría de estos yogas de los theravadines.
Entre las prácticas
yóguicas similares expuestas en este volumen, es como las del
Gran Símbolo del Libro II, esencialmente no-tántrico, que
probablemente el theravasismo se sienta más de acuerdo. Allí, como
en el yoga de la Escuela Sureña, se hace hincapié sobre el análisis
yóguico de los procesos mentales. Correlativamente, también
se subraya la importancia de la meditación sobre el proceso
respiratorio por el cual, como prerrequisitos necesarios para dichos
análisis, se logran pureza corporal, ritmo respiratorio, y calma
mental. El Libro V, aunque principalmente tántrico y pre-budista,
habría de interesar a los budistas de todas las Escuelas debido a
sus doctrinas referentes al no-ego. Y, al depender de las
meditaciones yogas a diferencia de las empleadas en la Escuela
Sureña, a saber, meditación sobre la impermanencia, la
insatisfactoria naturaleza, y el vacío de todas las cosas
sangsáricas, y de la no-realidad del dualismo, o de la única unidad
de todas las cosas vivientes, el Libro VII debió también seducir a
los theravadines, a pesar de su tradicional antagonismo que excede lo
implícito en él por la doctrina del Vacío en su forma mahayánica,
sobre la que se basa el Libro.
Además, sumados a las
diversas partes del canon Páli, que trata sobre la meditación
yóguica y los ejercicios respiratorios antes citados, hay
otros importantes textos en él que también a demostrar que el
budismo sureño, muy similar al budismo norteño, es, como ya lo
dijimos, fundamentalmente un sistema de yoga aplicado. A este
respecto, sería menester citar los siguientes Suttas del
Maijjhima Nikáya: Arivaparivesama, Mahá Saccaka,
Atthakanágara, Latukikopama, y el Cattarisaka, que expone
el Sendero Octuple.
27.- Si, por ejemplo, el
elemento tierra fuera la base de la concentración, el yogin
forma un círculo, de unas pocas pulgadas de diámetro, con tierra (o
arcilla), preferiblemente de tinte rojizo, a una distancia de unos 3
pies de su sitio de meditación, que no ha de estar, a nivel que
sobrepase al círculo. Luego fija su mirada sobre el círculo y
concentra su mente en el elemento tierra, al tiempo que se afirma en
el pensamiento de que su propio cuerpo se compone de tierra. Después
de efectuar esta práctica durante un rato, la mente alcanza el
estado de absorción en el objeto de la meditación de modo que el
círculo se verá incluso con los ojos cerrados. La práctica
capacita al yogin para comprender la naturaleza ilusoria del
cuerpo humano y de todos sus otros componentes, y para de ese modo
realizar el estado de no-ego, en cierta medida según el modo
expuesto en el Rito Chöd de nuestro Libro V. de manera
semejante, en los textos y comentarios Páli, se brindan
explicaciones correspondientes a cada uno de los cuarenta temas de
meditación. A este respecto, el estudioso debería remitirse a las
siguientes publicaciones de la Sociedad de Textos Páli: el
Anguttara-Nikáya, traducido por E. R. J. Gocnerante; El
Sendero de la Pureza, parte II, traducción de Pe Maung Tin, del
Visuddhi Magga de Buddhaghosa; y el Manual de un Místico,
traducción de F. L. Woodward, del tratado Yogavacára.
28.- Habiendo tenido el
privilegio de leer antes de su publicación la próxima obra de la
señorita G. Constant Lounsbery, presidenta de Les Amis du
Bouddhisme de París, titulada La Méditation Bouddhique:
Théorie et Practique selon l'Ecole du Sud, obtuve mucho
provecho de ello, como lo demostrará hacer una comparación entre
aquel libro y este capítulo. Asimismo advierto que los resultados
de las investigaciones de la señorita Lounsbery con respecto al yoga
entre los budistas de Ceilán concuerda con los míos. Todos los
estudios del tema descubrirán que ese tratado es de gran ayuda.
X. PSICOLOGÍA DE LAS
VISUALIZACIONES YÓGUICAS.
Aunque creadas
mentalmente por el yogin, las imágenes visuales de seres
espirituales, sobre las cuales nuestros textos lo inducen a
concentrarse, no han de ser consideradas por él con indiferencia.
Si meramente se limita a pensar: “Creo con mi mente”, no se
realiza nada más que un progreso intelectual. El yogin debe
entender que sus prácticas no son simplemente mentales; y ha de
considerarlas “con exaltado respecto, veneración y devoción,
observado a los Devatás (i. e. deidades visualizadas) como
reales, santas y divinas. No lo son menos porque sean producidas por
la mente, pues la mente en última instancia es Eso, y sus ideas,
formas de Eso29”.
Los Devatás así
producidos no han de contemplarse, sin embargo, como lo hacen los no
iluminados, vale decir, como dueños de existencia objetiva e
individualizada. Más bien ha de pensarse en ellos “como un
artista considera el producto de su mente y dibuja con pincel o
lápiz, con adoración y cariño...como si la manifestación real de
la Deidades de Jambudípa (i. e. el mundo humano o Planeta Tierra)…
no sólo ejerciera influencia sobre el Jambudípa, sino en el
Universo todo”. Son los rayos concentrados o manifestaciones del
Sambhogakáya (“Divino Cuerpo de la Verdad”), de los
Iluminados del Reino de Akanishtha. “De modo que uno ha de
acostumbrar a la mente a considerar a las Divinidades como seres
superiores”. En otras palabras, el hombre como microcosmos no
puede separarse mentalmente de la Mente Macrocósmica del Todo”.
De esa manera, en el
texto del Shrí-Chakra-Sambhára Tantra, se dice: “Entonces,
con el fin de disipar dudas acerca de los Devatás y el
Sendero, identifique los treinta y siete Devatás, creados y
meditados por la mente, con las treinta y siete ramas del Dharma
que conduce al budismo; y éstas, a su vez, deben considerarse como
dentro mismo del adorador, bajo la forma de los treinta y siete
Devatás. Esta práctica es para el hombre del más elevado
intelecto. Los hombres de inteligencia media e inferior han de
identificar el recuerdo del cuerpo a Khah-do-ma30”,
también conocida como Diosa Dakini, o Vajrayogini, que el
devoto ha de individualizar, de acuerdo con las descripciones
contenidas en los textos de nuestros Libros III IV.
“El devoto puede
dudar sobre si los Devatás son reales y eficaces para los
fines invocados
y visualizados, y si
existen independientemente de la mente del devoto. De modo que,
con
el fin de disipar tales
dudas, el Sádhaka (i. e. el yogin, o devoto) recibe la
orden de identificar
a los Devatás
con el salvador Dharma; para que así comprenda la verdad de
que la iluminación
y la liberación ha de
obtenerlas por él mismo a través de su propio esfuerzo y sin género
alguno
de ayuda o favor
exterior”.
Más adelante, en el
mismo Tantra, se advierte al devoto de esta manera: “Habiendo
expresado estos (mantras), el Sádhaka ha de recordar
que todos estos Devatás son símbolos que representan las
diversas formas que surgen en el Sendero, tales como los impulsos
auxiliares y las etapas alcanzadas por su intermedio. En caso de
surgir dudas sobre la divinidad de estos Devatás, uno ha de
decir: 'Dakini es sólo el recuerdo del cuerpo', y recordar
que las Deidades constituyen el Sendero”.
En el primer escalón de
este Sendero, el yogin ha de meditar profundamente sobre el
significado esotérico del Trikáya, o Tres Cuerpos Divinos, a
través del cual, se manifiesta el espíritu de Buda, y posibilita la
Iluminación Bódhica al hombre inmerso en la Ignorancia de la
existencia sangsárica, o condicionada. El primero de estos
Tres Cuerpo Divinos es el Dharmakáya, Cuerpo Divino de la
Verdad, esencial Bodhi amorfo, que simboliza la verdadera experiencia
espiritual exenta de todo error. El segundo, el Sambhogakáya,
simboliza al reflejo Cuerpo de la Gloria, reflejo del primero, en el
que, en un indescriptible estado superhumano, existen los
Bodhisattvas y Budas que pospusieron su entrada final en el
Nirvana a fin de conducir a los seres no iluminados hacia la
Libertad. El tercero, el Nirmanakáya, o Cuerpo Divino de la
Encarnación, representa la forma humana pura y perfeccionada de Buda
sobre la Tierra. De esa manera, el primero de los Tres Cuerpos
Divinos es el esencial; el segundo, el reflejo; y el tercero, el
aspecto práctico por el cual se manifiesta la Sabiduría Única, la
Mente Única.
* NOTA: Cuando se refiere a
“DEVATÁ” su significado en tibetano es “YIDAM”.
29.- Shrí-Chakra-Sambhára
Tantra, traducido del tibetano por el lama Kazi Dawa Samdup y
editado por sir John Woodroffe (seudónimo de Arthur Avalon)
volumen VII de los Textos Tántricos, Londrees 1919.
30.- Khah-do-ma
representa la pronunciación de la palabra tibetana Mkhah-hgro-ma,
que significa, “vieja celestial”, diosa al estilo de las hadas,
dueña de peculiares poderes ocultos para el bien y el mal,
equivalente al sánscrito Dakini. La invocación de las
Dakinis, como muchos de nuestros textos lo sugerirán, juega
un papel de cierta importancia en muchos de los rituales puramente
tántricos relacionados con el yoga tibetano.
Dr.Walter Yeeling Evans-Wentz, editor.
Kazi Dawa Samdup, traductor.
Los méritos son ofrecidos a todos los seres para que alcancen la Iluminación en esta vida.
Qué todos los seres sean felices.
Qué se liberen del sufrimiento.
Qué no se separen nunca de la felicidad.
Qué permanezcan en la gran ecuanimidad.
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