El problema del Arhat.
Todo esto nos lleva hacia un problema que últimamente fue discutido incluso entre los pensadores europeos. La pregunta que se le formuló a quien escribe es la siguiente: "¿Existen miembros de la raza humana que alcanzaron, como se cree que Milarepa lo hizo, la cima de tal evolución espiritual y física como lo admite este planeta; y que, al ser como una especie aparte de los otros seres humanos, son dueños de dominio sobre las fuerzas naturales, no descubierto aun pero probablemente sospechado por la Ciencia occidental?" Nos parece que esta es la más importante pregunta antropológica que suscita la Biografía de Milarepa.
Todos los Grandes Rishis que exaltaron la India proclamaron que actualmente existen hombres tan altamente desarrollados y que hubo otros de igual especie en todo tiempo. Los budistas sostienen que el Buda Gotama (que es uno de los Grandes Rishis) es Uno de los muchos Budas, perdiéndose en la remota antigüedad el inicio de Su Dinastía. Los hindúes efectúan la misma afirmación con respecto a los Rishis hindúes; y los modernos seguidores de los Grandes Rishis, que son los yogis, unos de una fe, otros de otra, contándose entre ellos unos pocos cristianos hindúes, adhieren firmemente a eso.
Evidentemente, al ser el problema del Arhat de gran importancia en sí mismo, y en relación con Milarepa, puede resultar apropiado incluir en esta Introducción algunas consideraciones a su respecto.
Al definirse al Arhat como un Santo Perfecto sobre la Tierra22, uno que alcanzó la meta de la Iluminación, se apreciará, desde el comienzo, que un santo ermitaño, Kargyütpa o de otra índole, no es necesariamente un Arhat y de hecho puede que no se aproxime más al estado de Arhat que un común padre de familia23. Sin embargo, pueden formularse los siguientes postulados: 1) Puede probarse fácilmente que existen ermitaños en los adyacentes Estados Himaláyicos, al igual que en la India. 2) Que su mayoría son ascetas budistas practicantes y yogis hindúes, que realizan arduos esfuerzos para recorrer el sendero del Arhanato, es igualmente cierto. 3) Que evidencias fehacientes sugieren que entre tantos aspirantes hay, como podría esperarse razonablemente, unos pocos, poquísimos, probablemente uno cada diez mil, que se hallan en estados avanzados de santidad, que alcanzan o al menos casi alcanzan la Meta, tal como se representa a Milarepa realizándolo.
22.- Siguiendo la Escuela Mahayánica, un Arhant (o Arhat) es quien alcanzó la primera etapa de las perfecciones bodhisáttvicas. Según la Escuela Tántrica (aparte de la Mahayánica, con la que se amalgama en las prácticas yóguicas de Milarepa), un Arhant es quien alcanzó un grado tal de desarrollo espiritual como para haber logrado iniciarse en el cuarto orden de los Iniciados Tántricos.
23.- "Al ser el Arhant quien, habiendo erradicado el Deseo, la Ira y la Ignorancia, está libre de la esclavitud de los Doce Nidánas y de toda cadena sangsárica, el estado del bhikshu, o asceta que renunció a la vida mundana, aporta la más natural aproximación al estado de Arhant. Se dice que si un padre de familia alcanza el estado de Arhant, renuncia al mundo dentro de los siete días siguientes y se hace monje, o entra en su Pari-Nirvána." Sri Nissanka.
Por su parte, los tibetanos afirman que es muy factible atravesar el sendero hacia el Arhanato, hasta alcanzar la meta en esta época, al igual que en el pasado; y como justificación afirman que en la actualidad hay entre ellos hombres que, como Milarepa, el Santo Nacional, lo hizo en el siglo XI de nuestra era24, también lo realizaron en el presente. Aunque la afirmación puede no ser demostrable para una persona que no es Arhat o que no cree en los Arhats y por ende es preciso aceptarlo, de ser así, con fe, puede ser literalmente cierto. ¿Cuántos de nosotros conocen por conocimiento personal que el sol está a unos 93.000.000 de millas de distancia, o que cualquier otro hecho generalmente aceptado por la ciencia natural es verdadero? Creemos en tales hechos por fuerza de nuestra psicología social y de nuestra predisposición mental recientemente adquirida. Tener fe en los Arhants parece ser, aunque no debe serlo, mucho más difícil. Esto se debe tal vez a que llegamos a estar tan inconscientemente dominados por la fe científica (i. e. fe en los hechos físicos), que resultamos incapaces de retener nuestra vieja fe ancestral en los hechos que son superfísicos.
24.- "Aunque muchos de nuestros alumnos de la Escuela sureña puede que no acepten este criterio de la Escuela norteña, sin embargo son incapaces de hallar en parte alguna del Canon Pali enseñanzas del Buda en contrario. El Satipatthana Sutta subraya la posibilidad del logro del Arhantato”…. Sri Nissanka.
No obstante, cuando quien escribe examinó más la afirmación tibetana sobre los Arhants, más se convenció de que eso no podría descartarse a la ligera como tienden a hacerlo los cristianos e incluso los budistas sureños quienes, al no ver probablemente la evidencia de Arhants reales entre ellos, se inclinan a sacar en conclusión que no puede haber Arhants en ninguna otra parte, y mucho menos entre los "heréticos" budistas norteños e hindúes.
Si la aplicación del Sermón de la Montaña, o el recorrido del Noble Sendero Octúple no fuese más practicable, entonces, según lo afirman nuestros amigos yogis, habría una sólida razón como para sostener esta actitud escéptica del europeo o del budista sureño.
Quien escribe, al aventurarse a registrar aquí algunos resultados de sus investigaciones tibetanas e hindúes, que se prolongaron por más de cinco años, puede, por supuesto, hablar sólo de sí y dejar que sus conclusiones se sopesen adecuadamente. Como resultado de sus indagaciones tiene buenas razones para pensar que entre los ermitaños de los Himalayas (con algunos pocos de los cuales conversó en su propio medio ambiente) hay posiblemente algunos —si por casualidad hay dos o tres— quienes, habiéndose introducido en el yermo, como lo hizo el Gran Arhant, el Verdaderamente Iluminado, alcanzaron la Meta. En otras palabras, el sendero hacia el Arhantato parece abierto todavía.
Estos Despiertos lograron Liberarse de la Ignorancia, del Deseo de la Existencia Sangsárica, y de la ulterior necesidad kármica de nacimiento y muerte. En la Introducción de Rechung se escribe de Milarepa que tras alcanzar la Iluminación: "(Fue) quien, habiendo tenido la ventaja de maestros santos y sagrados, almacenó el vitalizador elixir que cayó de labios de éstos, lo degustó por sí en la deleitosa soledad de los retiros montañosos, logrando, por ende, emanciparse de los trabajos de la Ignorancia (de modo que), las semillas de la Experiencia y la Inspiración brotaron en él y lograron pleno desarrollo... (Fue) quien alcanzó a Aquellos que moran en la Ciudad de la Gran Emancipación, donde todo existe en bienaventuranza indescriptible..."
Para el místico oriental, un Arhant es quien alcanza la perfección en la Tierra sólo después de muchas vidas dedicadas a la máxima de todas las grandes aventuras; él es la quintaesencia de toda iluminación y progreso humanos a través de las edades, la extraordinaria florescencia de la sociedad, el eslabón que une a la humanidad con la Cultura Superior.
Dadas las creencias del místico oriental, no es irrazonable, y con certeza no es contrario a la ciencia, creer que el hombre ordinario dista mucho de la cima de la escala del logro espiritual; y, por lo tanto, es no sólo probable, sino también necesario, que haya, como se dice que hubo, y se cree que habrá en el futuro, de entre los millones de seres humanos de este mundo, al menos unos pocos de cada generación que mantengan expedito, como diría Platón, el Camino Sagrado desde las Planicies de la Tierra hacia las Cimas del Olimpo. Si no hubiese tales Guardianes del Camino Sagrado de la Evolución Mayor, entonces ciertamente, el sendero hacia el Arhantat o sería intransitable y la Meta resultaría irrealizable para la humanidad; quedaría cortada toda salida del Sangsára.
Si fuese correcto este criterio de los Videntes hindúes, entonces todo cuando dicen de los Supremos Maestros del Mundo —que fueron Arhants y más que Arhants— se vuelve comprensible para nosotros que aun moramos en el Sangsára, a través del cual Ellos pasaron hacia la Libertad; y Los vemos como nuestros verdaderos Hermanos, como Guías Que exploraron, marcaron y aun cuidan para nosotros el Camino, y nos invitan a seguirlos.
Como lo afirman los seguidores de Milarepa, que en la búsqueda de la Verdad ésta puede hallarse sólo a través de la Realización, en el sentido gnóstico y no mediante especulación intelectual; de modo que, para decidir si hay o no Arhants en la actualidad, en el Tíbet o en otra parte del mundo, el único procedimiento válido y científico consiste en explorar por sí el sendero que conduce al Arhantato, como Milarepa nos invita aquí a que lo hagamos.
Incluso el escéptico sólo necesita tener fe suficiente como para aceptar la posibilidad de tal sendero a fin de descubrirlo y examinarlo. Si Falta esta fe, entonces, inevitablemente, la búsqueda sería cabalmente sin esperanzas y el escéptico seguiría siendo, como la Escuela de Milarepa lo enseña, el esclavo del Tiempo y del Cambio.
Sin fe en que cierto proposito puede conducir a cierto resultado, ningún químico ni físico descubriría posiblemente nuevas verdades científicas; y ningún hombre puede jamás esperar descubrir ese Nuevo Mundo, sobre el cual Milarepa canta en su triunfal júbilo extático, a menos que primero plantee el postulado de que hay un Nuevo Mundo que espera su descubrimiento.
Afortunadamente, entre los seres humanos hay todavía una vasta mayoría con esa fe, porque creen que la Evolución no concluye en el hombre, el cual, biológicamente considerado, es meramente el más encumbrado de los seres animales. El hindú, el jainísta, el taoísta, el cristiano y el sufí musulmán, no menos que los budistas de todas las Escuelas tienen sus propios Gurús para que les indiquen el Camino.
Dr.Walter Yeeling Evans-Wentz, editor.
Kazi Dawa Samdup, traductor.
Los méritos son ofrecidos a todos los
seres para que alcancen
la Iluminación en esta vida.
Qué todos los seres sean felices.
Qué se liberen del sufrimiento.
Qué no se separen nunca de la felicidad.
Qué permanezcan en la gran ecuanimidad.
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