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MILAREPA. La defensa del ideal ermitaño.



La defensa del ideal ermitaño. 

 Para el europeo y americano comunes, acostumbrados, tal vez demasiado, a las comodidades y lujos modernos la vida de los ermitaños Kargyütpas y otros como ellos, en medio del rigor climático de los nevados Himalayas, vestidos tan sólo con una delgada ropa de algodón, subsistiendo con un puñado diario de cebada tostada, complementada con raíces y hierbas, y de vez en cuando con un poco de leche de yak traída por piadosos seglares, y libres de todas las posesiones mundanas y no perturbados por reclamos de igual índole, tal vez parezca producto de un celo religioso irracional. 

 Sin embargo, no hay que olvidar que el ermitaño, a su vez, observa con profunda compasión a sus hermanos inmersos en el mundo; y mientras éstos se afanan por sus trivialidades mundanas, él reza por ellos, para que su ignorancia (avidya) se disipe, y sus pies se afirmen en el Sendero de la Gran Liberación. Rebosante de piedad, observa a la raza humana con ojos intuitivamente espirituales, como el Buda Gotama, y contempla a la humanidad encadenada como esclava de sus propios convencionalismos, muchos de los cuales son, de hecho, indefendibles. Ve a sus semejantes retenidos por su karma (resultado de sus acciones anteriores), a la rutina de los Doce Nidanas (las causas mutuamente interdependientes de la existencia18 sangsárica) y renaciendo interminablemente, pero para caer, cada vez, victimas de la aflicción de la vejez, la enfermedad y la muerte. Y contempla la llegada del tiempo en aunque será facultado para salir a conducirlos hacia la Libertad

 18.- Estas son las doce causas interdependientes, como lo enseña el Budismo que mantienen girando la Rueda del Nacimiento y la Muerte. Primero están las Causas Pasadas: O Avidyá (Ignorancia), debida a la no-realización de que la existencia sangsárica —en los mundos, infiernos e incluso en los cielos— es ilusoria e indeseable, de que la Realidad Única está más allá de todos los estados condicionados del ser, más allá del reino de las cosas, de la sensación; más allá de la Naturaleza; que es lo Indevenido, No-Nacido, No-hecho, No-Formado: Nirvana; 2) Sangsára (Actividad Mental), que surge de la Ignorancia. 

 De manera que para el yogi, la vida humana es una Red de Maya (ilusión) en la que los seres humanos luchan como criaturas atrapadas; es deseable sólo cuando se la dirige a un sólo objeto, el de alcanzar, mediante su uso correcto, la naturaleza del más allá, liberados de todos los estados condicionados del ser transitorio y fenoménico, así como mediante una embarcación se cruza un océano hacia una cosa distante. 

 Uno de los yogis hindúes preguntó en una oportunidad al autor, en ocasión de un peregrinaje a Badrinath, cuando este último lo visitara en su ermita ubicada cerca de as salvajes fronteras de Garhwal y Tíbet: “¿La aviación, la telegrafía inalámbrica y todas sus modernas comodidades pueden procurar verdadera felicidad a la humanidad? ¿O la fe ciega en la infalibilidad de los Libros Sagrados puede procurar la emancipación sin el conocimiento ganado mediante la práctica de la religión?”. 

 También nosotros debemos considerar seriamente si el ideal que Milarepa nos ofrece no es, después de todo, más verdaderamente cultural que el ideal del financista de Wall Street o del hedonista de París. 

Aparte de su comparativo valor para con la sociedad, el yogi enseña que todos los estados de la actividad humana, al ser kármicos, se justifican en sí mismos pues para él el mundo es una vasta escuela de muchas gradaciones; algunos alumnos están en el jardín de infantes, la mayoría en el aprendizaje medio y unos pocos están listos para ingresar en la universidad, donde la matriculación se logra mediante un exitoso renunciamiento al mundo. Aquellos que evolucionaron más allá de los deseos de la vida mundana son, para él, de mayor valor para la sociedad que quienes aun están enamorados del mundo. 

En el Gur-Bum de Milarepa, o “Cien mil Canciones”, se documenta que cuando el rey del Khokhom y Yerang, de Nepal, invitó a Milarepa a la real presencia y éste rechazó abandonar la ermita, quien formulara la incitación pregunto: “Cuando un yogi, que es meramente un hombre, es convocado por un rey poderoso no es de presumir que salga y vaya a rendir pleitesía a los pies del monarca?” Milarepa replicó: ¿Soy como un rey poderoso, que Gira la Rueda; y un rey que abunda en riqueza no es, de modo alguno, más feliz ni más poderoso que yo”. Entones, cuando el vocero preguntó a Milarepa dónde quedaba ese reino, Milarepa respondió: “Oh vosotros, funcionarios de los reinos del mundo; si sirvierais a un reino tal como el mio, os transformarías en los más poderosos monarcas; el poder, la abundancia y todas las cosas surgirán (para vosotros)19”. 

19.- Cf. G. Sandberg, Tibet and the Tibetans, Londres, 1906. 

Los seres humanos inmersos en la ilusión surgido de la ignorancia, de esa platónica cueva de sombras, y que no se afanan por conocerse, fueron comparados por el yogi con el pez que no desea abandonar el mundo acuático y vivir en el aire; o con el venado del bosque que prefiere continuar siendo venado aunque se le ofrezca la oportunidad de convertirse en hombre. 

De igual modo, debe tenerse presente, al juzgar al yogi, que proclama haber demostrado, al menos para sí, por métodos tan cuidadosos y científicos, dentro de su propio dominio, como los conocidos en los laboratorios de occidente en el terreno de la ciencia física, que los ideales mundanos son meramente ideales de un orden social inmaduro, de razas ubicadas en los grados inferiores y medios de la escuela del mundo. Que se le crea o no, no afecta su convicción. Puede señalar que cuando hace cinco siglos los europeos creían que el mundo era plano, en realidad era esférico; y ahora, de modo similar, la aceptación o rechazo de este criterio de la vida humana no puede posiblemente cambiar lo que es. 

Se ha dicho, aunque generalmente no se lo acepte, que los santos de Europa fueron en el pasado, un pararrayos que alejaba de Occidente la ira de Dios. En cierto sentido, esto no difiere de la creencia, corriente entre hindúes y budistas, de que los Grandes Rishis fueron y son los Guardianes de la Raza Humana. Incluso hoy, en Ceilán, el budista reza para que su nacimiento siguiente tenga lugar entre los Dioses, en los Himalayas. Un ermitaño benvalí, que renunció a sus vastos bienes mundanos en Calcuta, a la edad de veinticinco años y que, desde entonces, practicó yoga durante setenta y cinco años, en los altos Himalayas donde lo encontré, me señaló algunas cumbres, en dirección del Monte Kailásh, desde donde los Dioses vigilan y dirigen el crecimiento espiritual de nuestra humanidad. Aunque invisibles para la visión humana normal, estos Seres, añadió, son visibles para los videntes y pueden comunicarse con los puros de corazón; y, como Silenciosos Centinelas, observan con divina compasión desde los bastiones Himaláyicos de la Tierra, hasta que la Noche del Kali-Yuga haya recorrido su largo curso y se produzca la alborada del Día del Despertar sobre todas las naciones. 

Asimismo, Milarepa, como alguien que logró ser admitido en la Sociedad de los Iluminados, nos relata en uno de sus himnos cómo él —el Gran Yogi— arroja, como flechas sobre el mundo, buenos pensamientos, procurando gracia y poder espiritual, y cómo éstos, al golpear contra quienes son receptivos, implantan sus bendiciones en los corazones de los hombres. 

Como potentes estaciones transmisoras, cargadas dinámicamente con fuerzas de- pensamiento, los Grandes transmiten sobre la Tierra esa Espiritualidad Vital que sólo posibilita la evolución humana; así como el Sol sustenta al hombre físico ellos sustentan al hombre psíquico y posibilitan la huida humana de la Red de la Existencia Sangsárica. Atados como están en la Cadena del Ser, con la Humanidad sobre la Tierra y los Iluminados más allá de la Naturaleza, satisfacen una función mucho más importante que la de todos los Reyes y Gobernantes de los hombres. En pocas palabras, esta es la convicción a la que eventualmente llega el yogi evolucionado. El Traductor mismo la sustentó; pues él, cuando era joven y residía en Bhutan, renunció a la vida mundana e ingresó en una ermita con su Gurú, el extinto Ermitaño Gurú Norbu, cerca de Buxuadar, y jamás hubiese retornado al mundo si su padre, entonces un anciano que necesitaba su apoyo, no le pidiera que regresase, contrajese matrimonio y continuase la familia. 

Los mundanos, con su necia sabiduría, consideran al Gran Yogi, sentado en silenciosa meditación y Samádhi en las Cimas himaláyicas, como un inútil miembro de la sociedad, como quien desertó de sus deberes en el mundo a fin de ganar para sí su egoísta salvación. Si ésta fuese, tal vez, una crítica aplicable a algunos de los ermitaños de los yermos egipcios, no lo es para los ermitaños Kargyütpas, ni para los sinceros yogis hindúes como los que encontró el autor. En el curso de sus indagaciones entre los santos vivientes de los Himalayas y del Indostán, el autor en ninguna parte encontró un yogi genuino cuyo ideal no fuese una preparación desprendida para servir a la humanidad. Uno de ellos, aunque Bráhman por nacimiento, había abandonado todas las distinciones de casta y credo y, considerando a todos los humanos como sus hermanos, esperaba —aunque puede que aun le necesitara muchas encarnaciones más— el tiempo de poder retornar al mundo y proclamar la Verdad Realizable. Para él, el Renunciamiento debe preceder a la Conquista de la Vida, como Jesús también lo proclamara al joven rico que le preguntó sobre el camino de la Salvación; y la Verdad Realizada debe preceder a la tarea de enseñar y guiar a una humanidad no iluminada. Si el Maestro no llegó a ver la Luz ¿cómo la puede proclamar a los demás? 

De manera que el objetivo supremo de todo yogi sincero, sea hindú, budista, jainísta, taoísta, sufí o gnóstico cristiano, consiste primero en adaptarse para llegar a ser Maestro del Mundo y luego retornar a la sociedad humana y llevar a cabo su Voto20. Para él, una sola vida es como un día; y aunque serían necesarias muchas vidas, en la forma carnal, para alcanzar la Iluminación, mientras tanto, a través de los siglos, debe persistir sin vacilación en la vida que escogiera voluntariamente. Y eligió de tal modo porque en las vidas pasadas vivió la vida mundana, contrayendo matrimonio, degustando el placer, lleno de ambiciones insaciables; y, al aprender las lecciones enseñadas por tales vidas, se elevó a un sitio que se halla entre las especies superiores de su raza21

20.- El voto para alcanzar el estado de Bodhisattva, o Gran Maestro, que lleva a recorrer el Sendero Superior, como en la Escuela mahayánica, es cuádruple: 1) procurar la salvación de todos los seres sensibles; 2) producir la destrucción de todas las pasiones sangsáricas de sí mismo; 3) comprender y luego enseñar la Verdad a los demás; y 4) colocar a los demás en el Sendero que conduce al Estado Búdico. El Voto implica que no ingresará en el Nirvana quien formula el Voto, hasta que todas las criaturas, desde las ínfimas de los reinos inferiores de éste y todo otro planeta hasta el más excelso de los dioses no iluminados de los mundos celestiales y los más caídos moradores de los mundos infernales, sean guiados con seguridad a través del Océano del Sangsára hacia la Otra Orilla de la Liberación Eterna. La doctrina de la Condenación Eterna no tiene cabida en este altruismo universal, sosteniéndose que —como también lo afirmó Orígenes, el gran cristiano— es incompatible con el Amor Omniabarcante de la Buena Ley. El Voto para alcanzar el estado de Buda Patyeka (o Que-no-enseña) pertenece al Sendero Inferior, al Hinayána. Pero aun en este Sendero se confieren, de otros modos, beneficios directos para la humanidad, como, por ejemplo, mediante la transmisión silenciosa e invisible de las influencias espirituales por sobre todas las naciones, vigorizando y ayudando con ello a mantener en actividad la naturaleza superior del hombre, tal como los rayos solares hacen lo propio con el hombre físico. 
 21.- Sin embargo, esto no implica que el ascetismo del yogi excluya su ayuda a continuar la especie humana ordinaria; pues una parte del ideal del ascetismo del Oriente es un control indomable y el uso correcto de la totalidad del organismo físico más que su mal uso común que tiene por resultado la lujuria. Muchos Grandes Yogis, como fue el caso del Buda Gotama, primero ingresaron en el estado matrimonial, y luego, tras salir de él, dedicaron de forma altruista gran parte de su vida a trabajar por mejorar la sociedad. Para ellos, trabajar sólo por la familia o la nación es egoísta, existiendo solo Una Familia y Una Nación: la Humanidad. 

Habiendo comprendido que la vida mundana no es el estado supremo sobre la Tierra, la abandonó; y así como quien salió de una cueva hacia la luz del día, de igual modo ya no deseó más retornar a las Sombras. El Sendero que escogió conduce a la Evolución Superior, al Más Allá de la Naturaleza; su Meta es la liberación de la personalidad limitada en la Omni-Iluminación, la transmutación, mediante la alquimia del Conocimiento Correcto, de lo mundano en Supra-Mundano, lo Incognoscible, lo No-Nacido, lo No-Hecho, el Nirvana. 


Walter Evans-Wentz and Lama Kazi Dawa Samdup photographed circa 1919.jpg

Del lbro:: EL GRAN YOGI MILAREPA DEL TIBET
 Editorial: Kier
Kazi Dawa Samdup, traductor.


Los méritos son ofrecidos a todos los 
seres para que alcancen
 la Iluminación en esta vida.
Qué todos los seres sean felices.
Qué se liberen del sufrimiento.
Qué no se separen nunca de la felicidad.
Qué permanezcan en la gran ecuanimidad.



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