Capítulo XII.
EL NIRVANA.
Continuación.
Continuación.
Finalmente, todo el cónclave se resolvió en un orbe de luz, y éste partió luego raudamente hacia el Este. El Chaitya fue envuelto en varios pliegues de seda por las Dákinís y depositado cuidadosamente en un cofre de metales preciosos; y luego fue transportado hacia el Este en medio de un repique de música celestial de variados instrumentos. Algunos vieron a Jetsün con el aspecto de un Buda Sambhogakáya, montado sobre un León, cada uno de sus pies sostenido por una Dákiní de un color y orden (blanco, amarillo, rojo y verde). El ronzal era sostenido por la misma Dorje-Pa-mo. Muchos Héroes, Yoginis y Dákinís sostenían sobre él estandartes, sombrillas (reales) y otros ornamentos y objetos de adoración, en tanto muchos seres celestiales llevaban en sus manos diversos instrumentos musicales. A su vez algunos vieron que una blanca Dákiní llevaba el Chaitya hacia el Este, bajo un toldo de seda blanca. De manera que diferentes espectadores vieron fenómenos distintos.
Los discípulos y todos los seguidores estaban llenos de profunda desazón al no recibir una porción de las reliquias; y lloraban fuertemente, rogando aun por ella. En respuesta, una voz desde los cielos, parecida a la de Jetsün, aunque no se veía cuerpo alguno, dijo: "Hijos míos, no os lo toméis a pecho. Como reliquia sustancial y porción vuestra hallaréis cuatro letras producidas (milagrosamente) en la Roca de Amolika. Podéis observarlas reverentemente, y con fe. Id a miradlas debajo de la roca".
Habiendo buscado por todo el derredor de la roca sobre la que se cumpliera la cremación, hallaron el lugar en el que estaban visibles las letras. Por ello disminuyó su pesar por haber perdido su porción de las reliquias. Aún hasta hoy se ve esta maravillosa piedra de la reliquia —objeto de veneración y maravilla para todos en el Monasterio de Lapchi-Chúbar.
El más destacado de los discípulos de Jetsün, aunque lamentando la inevitable separación de su Gurú, se consoló con la esperanza y creencia de que en cualquier reino que Jetsün obtuviera el Estado Búdico ellos serían seguramente los primeros entre sus seguidores. También tuvieron la seguridad de que la vida y el ejemplo de Jetsün habían instilado un nuevo espíritu e impulso en el mundo religioso y en todos los seres sensibles en general. Es más, todos comprendieron que la doctrina y mantra especiales recibidos, para que cada uno los perfeccionara, podían servir tanto para ellos como para los demás.
Se convino entonces que mirarían debajo del hogar, como Jetsün les pidiera en su testamento. A juzgar por la modalidad de vida de Jetsün ninguno de ellos esperaba que hubiera acumulado oro alguno pero puesto que él había hecho mención especial del oro, resolvieron actuar como se les indicara.
Al cavar la tierra hallaron una pieza cuadrada de fina tela de algodón, que usara Jetsün. Envuelto en ella había un cuchillo; la punta del mango del cuchillo era una lezna, la parte de atrás del cuchillo estaba dispuesta como eslabón para hacer fuego, y la hoja era de muy buen corte. Y con el cuchillo había un terrón de azúcar marrón, y un pequeño manuscrito en que se leía lo siguiente: "Si la tela y el azúcar se cortasen con este cuchillo, jamás se acabarán. Cortad tantas tiras de tela y trozos de azúcar como sea posible y distribuirlos entre las gentes. Todos cuantos gusten este azúcar y toquen esta tela serán salvos de los estados inferiores de la existencia. Esta fue la comida y el vestido de Milarepa mientras estuvo en Samadhi, y eso fue bendecido por todos los Budas y Santos anteriores. Cualquier ser sensible que oiga el nombre de Milarepa, aunque sea sólo una vez, no renacerá en un estado inferior de la existencia durante siete vidas, y durante siete vidas recordará las vidas pasadas. Estas cosas han sido profetizadas por los Santos y Budas del pasado. A quien diga que Milarepa poseyó oro escondido, haya suciedad en su boca".
Este último pasaje excitó el contento de todos los discípulos, a pesar del afligido estado de sus mentes. Al pie del manuscrito leyeron los versos siguientes:
"La comida que yo, el Yogi, comí,
mientras permanecí en Samadhi,
posee el gracioso don de doble virtud;
y quienes la deleiten tienen la suerte de
cerrarán herméticamente la puerta del renacimiento
en el Preta-Loka.
"Un trozo de esta tela blanca de algodón92,
usado en el cuerpo o en el cuello,
mientras se medita sobre el Calor Vital,
cerrará las puertas de los Infiernos calientes y fríos.
92. La tela blanca de algodón, con la que los yogis Kargyüptas se visten es emblema de Intelecto espiritual.
"Y quienes coman el alimento de gracia
están a salvo de los Tres Mundos Inferiores.
"Quienes formaron conmigo vínculos espirituales,
de aquí en adelante no nacerán en los estados inferiores,
sino que, paso a paso, ganarán la meta sobre el
sendero Búdico.
"Quienes sólo oyeron mi nombre,
y por él fueron movidos a la fe,
durante siete vidas recordarán sus anteriores
nombres y castas.
"Para mí, Milarepa, el Energético,
el universo entero se transmutó en oro;
no tengo necesidad de liar el oro en paquetes ni petacas.
"Solicito a mis hijos y seguidores espirituales que
sigan mis preceptos;
de esa manera alcanzarán ellos iguales logros
y además, por siempre, su bien y aspiración".
En consecuencia, cortaron el azúcar en incontables trozos y cada uno de éstos fue tan grande como el trozo original; con todo, el trozo original no se agotó. De modo similar, cortaron la tela en muchas piezas cuadradas y (con el azúcar) la distribuyeron a tantas personas como las que estaban allí reunidas. Y la multitud que sufrían enfermedades, y otras miserias, curaron al comer del trozo del azúcar y llevar la pieza de tela como talismán. Los de mala disposición, o esclavizados a las malas pasiones, se convirtieron en seguidores fieles, fervorosos, inteligentes y compasivos; de modo que evitaron caer en los estados inferiores de la existencia. Y el azúcar y la tela duró una vida para todos los que los recibieron, sin que se agotara.
El día de la ceremonia funeraria, cayó una abundante lluvia de flores de cuatro o cinco colores. La mayor parte de las flores descendió hasta quedar precisamente al alcance de la mano, y de allí ascendió y desapareció. Las flores que cayeron al suelo se pudo apreciar como extremadamente bellas, pero se disolvieron al contacto con las manos humanas. Algunas, de tres colores, y otras, de dos, eran tan minúsculas y de delicada forma como las alas de las abejas. En el Valle de Chúbar las flores celestiales, en el suelo, llegaron hasta la altura de los tobillos, y en otros lugares eran suficientemente numerosas como para dar un nuevo matiz a la tierra. Luego, tan pronto finalizó la ceremonia funeraria, cesaron los diversos fenómenos, y los colores del arco iris en el cielo se extinguieron gradualmente.
En cada aniversario del funeral el cielo lució gloriosamente despejado y hubo arco iris y lluvias de flores, el perfume celestial llenó el aire y resonaron celestiales melodías por doquier, como en el día del fallecimiento de Jetsün.
Los maravillosos beneficios que de allí fluyeron por toda la Tierra son demasiado numerosos como para describirlos en extensión. De manera que, por ejemplo, brotaron las flores incluso en invierno; el mundo disfrutó de abundantes cosechas; y ni guerras ni epidemias asolaron la Tierra.
Cuando el Gran Señor de los Yogis se extinguió en los Reinos más Puros, los que después se mencionan (en el Apéndice) permanecieron para sustanciar esta historia escrita de su vida.
Por la virtud de su potente gracia y buenos deseos dejó detrás de sí santos discípulos tan numerosos como las estrellas del cielo. La cantidad de quienes jamás han de retornar a la existencia Sangsárica93 es semejante a los granos de arena en la Tierra. Es incontable el número de hombres y mujeres que ingresaron en el Sendero (hacia el Arhantado94).
93. O: "aquellos que fueron 'los-que-no-regresan' (o Anagamis)".
94. El primer paso en el Sendero del Arhantado se llama, en sánscrito, Srotápatti, o "Entrar en la Corriente"; quien da este paso se llama Sotápanno o "Quien Ha Entrada en la Corriente" (o "Sendero").
Así la Fe Budista se tornó brillante como el sol y todos los seres sensibles se salvaron de la aflicción, y fueron felices por siempre jamás.
Este es el Duodécimo y último Capítulo de la Biografía de Jetsün.
Continua.
Editorial: Kier
Dr.Walter Yeeling Evans-Wentz, editor.
Kazi Dawa Samdup, traductor.
Los méritos son ofrecidos a todos los
seres para que alcancen
la Iluminación en esta vida.
Qué todos los seres sean felices.
Qué se liberen del sufrimiento.
Qué no se separen nunca de la felicidad.
Qué permanezcan en la gran ecuanimidad.
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